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ungancho

seres humanos

seres humanos

Más que nada para que no caduque la página y, también, para que naúfragos y/o ex-convictos encuentren su elemental sustento, me decido a dar señales de vida. Y las señales se condensan en una afirmación incuestionable: los seres humanos somos despreciables, sí, pero algunos son de lo más maravilloso.

Te quiero, Jennifer.

fabián se jubila

Relacionado con esta esquizofrénica paradoja en la que se ha convertido ser docente, leo en Periodista Digital una llamativa noticia. Ahora que estamos en periodo de exámenes, caldo de cultivo ideal para herir vanidades de unos y soberbias de otros, el honor de un profesor y las legítimas expectativas de los alumnos chocan indefectiblemente. Pero ¿qué alumno?, ¿qué profesor?, ¿qué expectativas?, ¿qué objetivos? Decían los clásicos que la enseñanza era la más bella de las artes y la más exquisita de las destrezas, y yo me pregunto si hoy queda algo de todo eso. Aunque sea la forma, el envoltorio, la liturgia... En algún momento cayó el mito. Me levanto los lunes por la mañana y ya no busco lo sublime. Si acaso, que pasen las horas -horas gratuitas, minutos de la basura- que perdieron su esencia lírica, y casi su sentido, hace ya muchos años.

Por lo demás, mucha suerte en tu nueva andadura, Fabián.

zapatero en rydell high

¡Qué quieren que les diga! Todo es cuestión de principios. De tener principios o, si lo prefieren, de no traicionarlos. No importan las consecuencias, no importan los costes. Verdad o mentira, razón o sinrazón terminarán siendo, al fin y al cabo, meras anécdotas contingentes con las que decorar el brevísimo transcurrir de nuestra pobre existencia.

Y Rizzo lo sabía.

descanso dominical

En el habitáculo del Volkswagen Polo las distancias se hacen extremadamente cortas. Los casi tres siglos que separan a Wolfgang Amadeus Mozart de Andrés Calamaro se convierten en segundos, un instante casi, apenas el tiempo que tardo en cambiar de CD.

No me queda tiempo ni para reconocer al sempiterno aficionado, al poeta autodidacta de clase turista, al penoso conductor que respira satisfecho, animado por la banda sonora que parece acompañar su vida, y que maneja orgulloso su triste utilitario por las calles semidesiertas de la gran ciudad.

marta no es una punk

Sé que empiezo a aburrir con el you tube pero, si tengo valor, mañana por la noche iré con Ana a ver a Airbag a la Sala El Sol. Realmente prometen, y, si no me creen, visiten su zona de descargas.

hoy

A fin de cuentas, se necesita bien poco para que el día trascurra sereno, pausado, tranquilo. En las afueras de la gran urbe hace buen tiempo y la terraza está libre. No importa nada más, ni siquiera hacerlo bien. Las antenas de televisión de las casas bajas dibujan la línea del cielo de la felicidad. Esto es New York.

el espejo

Enrocado en mis propias miserias, con un sufrimiento egocéntrico y casi egoísta, doy el tipo estándar de homo sapiens común. Todo me remite a mí y todo se resume en mí. Es importante lo que me afecta, es imprescindible lo que me falta y es inaguantable lo que soporto. Por los demás, cuando proceda, rezaré una oración, depositaré -si acaso- una queja, y pondré mi firma, cuando me lo pidan, en el documento adjunto. Y eso, cuando se trate de una desgracia nueva, que las viejas causas, los dolores perpetuos o antiguos, prescriben con los años, como las faltas y los derechos de autor.

Pero detrás de la puerta, y en la casa de enfrente, y en el pupitre de al lado, hay alguien que sufre de verdad. A su manera, pero tan de verdad como sufro yo ahora. Y sin embargo, a pesar de todo, pese a darme cuenta, le voy a dedicar tan sólo un minuto.

Éste.

yo tuve un pasado

yo tuve un pasado

Unos minutos antes de volver a la impotencia y a la debilidad, al momento de reconciliarme con el cobarde y el pusilánime, quiero recordar que una vez fui al cine. Fue en los IDEAL de Tirso de Molina, durante la semana en que se celebraba el ya desaparecido (por muerte natural) Festival de Cine de Madrid (IMAGFIC).

Supongo que fui solo, quizá con alguna de mis hermanas, muy poco probable que lo hiciera acompañado de algún amigo. El caso es que se me quedó grabada una canción de la Electric Light Orchestra que sonaba durante la película "Electric Dreams"

Todos eran malos, torpes, pretenciosos. Empezando por la horrible película y acabando por el triste e inmaduro espectador. Sólo se salvaba el bueno de Jeff Lynne, un artista de voz única, algo kitch y barroco, que poseía eso que los dioses entragan únicamente a los elegidos: talento.

Feo, soberbio y con excesco de dinero, Jeff continúa abusando todavía de la superioridad que le distingue y le identifica. Que Dios le bendiga y, alguna vez, que también se lo cobre.

el fútbol tiene música

el fútbol tiene música

No tengo asignado número oficial, pero yo fui el primer oyente de "El fútbol tiene música". Imagino que ese título -apócrifo y oficioso- lo reclaman, en silencio, muchos otros, pero yo sé que el primero fui yo. No recuerdo muy bien cómo llegué, una madrugada de viernes poco afortunada, al 103.5 del dial de FM, pero sí recuerdo la voz de Petón y el nerviosismo de José como si los estuviera escuchando ahora mismo por primera vez: "Bienvenidos al programa menos escuchado de la radio española".

Han pasado varios años desde entonces y, como todas las historias de amor que se precien, mi relación con ellos ha sufrido altibajos, ha padecido infidelidades y, lógicamente, también ha evolucionado. Lo que al principio fue un programa para minorías, lleno de talento y duende, hoy se ha convertido -casi, casi- en el buque insignia de la emisora, y ningún cambio puede dejar imperturbable el medio donde se produce. Yo no soy el mismo oyente, pero ellos no son tampoco los mismos locutores. Rarezas, anécdotas, relatos o canciones inéditas han dado paso a cierto regusto empalagoso, a una suave tendencia a la autocomplacencia y a una -quizá inevitable- decadencia en cuanto a originalidad. Ley de vida, supongo.

Todavía los escucho, aunque cada vez menos. Su horario de emisión cambió hace tiempo y la genética de los oyentes creo que también. Petón admite jóvenes -jovencísimos- seguidores que aportan frescura al programa, y José se empeña cariñosamente en dotar de naturalidad y cercanía a las lejanas e imposibles relaciones entre mensajeros y mensajeados. Pero ya nada es igual... e intuyo que ellos lo saben. Aquella primera noche, y seguramente también las veinte o treinta siguientes, tuvieron magia, y eso fue algo excepcional. Nada parecido se había hecho, de esa manera, hasta entonces, y muy pocos se habían atrevido a hablarnos sobre fútbol con tanto cariño y autenticidad.

Nació aquella noche un programa nuevo, distinto y original. Y yo fui su primer oyente.

4:37:18

Quedar clasificado en el puesto 7.407 del Maratón de Madrid no es, precisamente, una heroicidad. Terminaron 8.290 corredores, y el último tardó seis horas en recorrer los cuarenta y dos kilómetros. Como me ha ocurrido otros años, durante la carrera pensé muchas veces en las ganas que tenía de comerme una hamburguesa. Pero no una natural, nutritiva y sana, sino una hamburguesa industrial, de las de Mc´Donalds o Burguer King, que rebosan colesterol y grasa, y poseen una extraña salsa artificial, de sabor único, diseñada posiblemente para paladares tan elementales como el mío.

Luego, por la tarde, miré por la ventana de mi habitación y pude contemplar cómo el mundo seguía intacto. Dos automovilistas se peleaban por un aparcamiento. Varias señoras discutían a gritos en el cruce por algo relacionado con sus hijos. Un joven dejaba el coche en la parada del autobús y provocaba un atasco de más de 100 metros.

Somos una especie decadente, caracterizada por un instinto destructivo y autodestructivo. Nos guía el egoísmo, la comodidad y la soberbia. No hay otra salida que la desaparición absoluta y la muerte. Nos merecemos la muerte. Nos merecemos que nos maten. Merecemos matarnos entre nosotros. Es nuestro destino y acabará ocurriendo.

en un mundo nuevo

en un mundo nuevo

Mis zapatillas coloradas,

dos bufandas y una rana,

un aro blanco

y caramelos sin chupar.

Mi bicicleta,

un tren muy nuevo,

el arco y flechas y un torero.

El Capitán lleva un tesoro para tí.

Zambomba,

pandereta, cascabel,

el sombrero de mi abuelo

y un perrito que cantara Achilipú.

Mi bicicleta,

un tren muy nuevo,

el arco y flechas y un torero.

El Capitán lleva un tesoro para tí.

Zambomba, pandereta, cascabel,

el sombrero de abuelo.

Mis tesoros, Niño Dios son para tí,

son para tí.

0:35 am

Desnudo, aparezco cobarde y débil. Mendigando paz y tranquilidad, me refugio en las justificaciones de otros, más audaces o más hábiles. Sólo a ratos me vale el opio, cualquier opio -mediocre, en mi caso-, y me escondo tras los parapetos más estúpidos. Indago si el destino tiene alguna explicación que me exculpe, pero la pared sigue quieta y callada, sin contestar y sin perdonarme. No consigo adaptarme al entorno, e intuyo que ya debería estar muerto, superado por el instinto de supervivencia de otros o despreciado por la evolución de mi propia especie. Me pregunto cuál es la medicina, aunque intento no ser excesivamente concreto al contestarme y prefiero creer que ésta será la última vez, la única excepción. Busco valor y me veo hueco. Me da asco lo que encuentro y la indolencia que me provoca. Sé que no haré nada para remediar ningún problema.

Mi padre acaba de venir a verme; ha comprado yogures para mí. Me lo ha dicho ahora, antes de acostarse. Y aunque sé que no soy digno de sus yogures, me los voy a tomar.

Pobre, mi padre.

los otros

Cuando llegaba del Casino a las seis de la mañana, o a las siete, o cuando esperaba despierto hasta las ocho o hasta las nueve, sin dormir ni un minuto, y me iba directamente a trabajar, pensaba que todo lo demás era superfluo. Lo mismo me dije cuando Amaya me colgó el teléfono por última vez, hace ya más de diez años, pero también cuando hace tan solo unas semanas acompañé a mi padre a la cama del hospital, sujetándolo para que no se cayera desplomado por la debilidad y el cansancio. Cuando le afeitaba, o cuando le daba agua o le ayudaba a vestirse, o a desnudarse, pensaba que el mundo quedaba muy lejos, y que sus problemas y sus habitantes eran extremada e insultantemente pequeños.

La colonoscopia, finalmente, nos dió una prórroga indefinida. Y el dinero, que parecía inagotable entonces, se acabó gastando y mudando a manos de crupiers demasiado meticulosos. Amaya, por lo demás, decidió desaparecer de todos los porqués y de todos los fundamentos, y, por unos segundos, durante el breve espacio de tiempo que tardé el jueves en ir desde el coche hasta la puerta de mi habitación, todo me pareció quieto y tranquilo.

Pero la tele se ve mal. Alguien ha instalado un mecanismo que interfiere en la antena colectiva de la comunidad, y mi madre no puede ver bien ningún programa. Lleva así más de un mes. Y, aunque Lolo no me lo dice, sé que está muy preocupado; la herida de Alba sigue sin cerrarse y empieza a ser alarmante una llaga abierta tanto tiempo en el delicado y minúsculo cuerpo de un bebé.

el octavo pilar de la sabiduría

el octavo pilar de la sabiduría

Qué joven eres, Dios mío, qué joven

eres.

Como la luz que se filtra en la lluvia

y abre con manos puras paso al sol.

Como esas noches largas, cuando ya

uno no espera nada, y suena el timbre.

Como a quien hacen un regalo,

sonreír,

no preguntar, no decir nada, sino

agradecer su favor a la vida,

y como el limpio placer de quien da

de comer a un pájaro, no intentar

atraparte, sino verte, verte y después

si vuelas y no vuelves,

que tu vuelo sea dichoso.

José María Álvarez (Cartagena, 1942)

Where the skies are blue

Where the skies are blue

Nunca hubo mitos. O quizá sí los hubo, pero fueron eso, sólo mitos. Víctor Willis, el cantante que se disfrazaba de policía de tráfico en el grupo Village People, ha ingresado en prisión hace unas semanas por posesión de droga e intento de fuga. Estuvo casado con Philicia Rashad (que siempre pensé que era la esposa real de Bill Cosby) y, entre unas cosas y otras, su vida fue un reflejo de la historia del grupo, yendo de mal en peor. Julio Valdeón Blanco le dedica un bonito artículo en El Mundo de hoy, y yo, ahora, recuerdo Go West, una de sus mejores canciones, e himno, bandera y desideratum de vida para toda una generación que, sin embargo, fue entendida por muy pocos.

En fin, cuídate Víctor, y suerte en el talego.

calendario perpetuo

calendario perpetuo

Iba a escribir: "A veces engaño a mi alma y me imagino", pero, al hacerlo, no he sabido continuar y he sentido un vértigo infantil y culpable. Será la temperatura del agua, la que adormece la mente y premia la imaginación más lúcida, la que me incita a la soberbia y al vuelo pretencioso y vulgar. Será. El caso es que me doy por vencido y retomo la idea primigenia. Empiezo leyendo putas para cornudos donde se escribe pautas para conjurados. Living deadly. Hoy le ha tocado a Jesús Munárriz, a Victor Botas, a Antonio Martínez Sarrión. Leo en voz alta poemas de Juan Luis Panero y Miguel D´Ors. ¿Me oirá el del segundo?. En un arrebato de audacia, iba a transcribir "el octavo pilar de la sabiduría", de José María Álvarez, frente a frente con un poema mío. Un casi olvidado sentido del ridículo y lo que me queda de amor propio me lo han impedido. Dios existe, confirmo. O, al menos, eso dice Arancha.

                          calendario perpetuo

            El lunes es el nombre de la lluvia
cuando la vida viene tan malintencionada
que parece la vida

            El martes es que lejos pasan trenes
en los que nunca vamos. 

           El miércoles es jueves, viernes, nada.

           El sábado promete, el domingo no cumple
y aquí llega otra vez -o ni siquiera otra:
la misma vez- la lluvia de los lunes.

 

Que me perdone el despistado, pero no levanto cabeza. Todo me supera, y la mayoría de los enlaces me aburren. Hablo poco, navego menos, casi no tengo fuerzas para concentrarme en nada. Por la noche paseo con Pedro por la calle de Ana y sólo veo vados modificados, medianas corregidas. Me paro a leer varias señales de tráfico ("reservado para rodaje cinematográfico"). No exagero si digo que son más de cien metros de plazas de aparcamiento, dispuestas, obviamente, sin consultar a los vecinos ni restituirles de algún modo. Vicios minimales, pecados veniales, actos  intrascendentes. Lo importante es otra cosa, claro. Grande-Marlaska recula, la Alcaldesa de Marbella es detenida y mis suegros planean viajar a China para conocer y para aprender. Cultura a bajo coste, como la de la Universidad actual. Lo urgente me exaspera y empiezo a andar algo paranóico interpretando ausencias y presencias. En la radio que controla Polanco (todas las radios) se escupe sangre y odio, y los de enfrente esperan pacientes la primera oración del Imán: él nos dará las claves. Algunos amigos se casan, otros se alejan irremediablemente. El sueño, por lo demás, no repara gran cosa, y mis referentes, aunque me aturden, aparecen con la cara difuminada, ya sin voz. Trato de escribir un comentario optimista, esperanzado, pero tampoco puedo. No me inspiro. Sólo acierto a decirle a Juan Manuel, mientras corremos al medio día, que no se engañe. El tiempo que pierde es el que no está con Arancha. Cada minuto exige una excusa sólida, una justificación contundente, una razón irrefutable que le aleje de la pureza. Él no la tiene, yo no la tuve. Bendito sea el amor.

vencidos

No es sólo Jesús Cacho -que también motiva- sino todo. Lo del viernes, lo del sábado, lo del domingo... En Mallorca una pareja decadentemente forrada se toma una coca-cola light y un pincho de tortilla mientras la mucama vigila a su hijo, tres metros a la izquierda. Tripa degenerada, gafas de sol desafiantes, exceso culpable hasta en la manicura francesa. Que se calle la niña, musita -parece que reza-, mientras mira con desprecio al inferior, al obligado, al nacido para servir. Cacho habla de una democracia prostituida por élites y oligarquías capitalistas, traficantes de votos y noticias, interesadas exclusivamente en mantener su dinero y multiplicar su poder. Yo me refiero al día a día que desencadena la injusticia y el odio. Yo hablo del mantenimiento diario de la explotación del hombre por el hombre, hablo de la caridad como excusa ética, de la abulia como valor en sí mismo. Microcosmos morales que se alimentan de falsas justificaciones, como la suerte o el mérito, en el mejor de los casos, y la raza, la educación o el trabajo, en el peor. Apologetas de la desigualdad, profetas de la muerte, culpables del desastre final. Siento desprecio y asco absoluto por ellos.

no digas que fue un sueño

Termino de cenar en uno de los restaurantes más inn de Madrid. Rocío me cuenta algo de Sergio y su helicóptero. No lo traga: ni a él ni a su negocio, del que, según parece, no para de hablar. 5.000 cubiertos cada fín de semana entre bodas, bautizos y comuniones. Pero tiene pinta de carnicero (de carnicero aerotrasportado). Qué alivio. Arnaldo no sale hoy; Beckham y esposa estuvieron anoche en L39 y tuvo que supervisarlo todo personalmente. Se dejaron quinientas mil entre los cuatro. "Una chica para toda la vida, que me cuide al niño". Lorena recibió de su padre el mejor de los regalos: nunca le ha dado el pecho al bebé; Sally se levanta a darle el biberón todas las noches. Y luego viene lo de Lola, que está como ausente. Claro, que le impactó mucho desayunar viendo trotar a los potros. Es normal, cualquiera muerde un plumcake en esa tesitura. Ella no aguantaría a un tío que le pusiera los cuernos, por muchos millones que tuviese. Yo tampoco, le digo, al final acaba venciendo el olor. Cristina P. se ríe. ¿Quién me dijo que era tonta?. No lo he podido comprobar, porque no me ha mirado en toda la noche; a fin de cuentas, un profesor con el pelo sucio y la chaqueta desencajada nunca ha sido el referente para una top-model.

la vida del convaleciente

Leo mis comentarios de más abajo y me avergüenzo de mí mismo. Lo que pasa es que no me mato porque, en su vanidad adolescente, esconden las necesarias dosis salvadoras de sinceridad: en este caso, mucha ternura y muy pocas ganas de trabajar.

En ese deambular indecente, busco textos atrasados y me encuentro con un artículo de Vila-Matas que, a su vez, repasa y comenta otro del peruano Enrique Prochazka, encontrado en un blog.

"Abrigo la teoría de que uno tiene éxito porque se agita como loco, o logra que los demás se agiten como locos por uno, o bien los demás lo obligan a uno a agitarse como loco. Según esta noción, a mis textos les sucede lo que les sucede porque yo no me agito. De hecho, escribir esta líneas ya me parece acercarme demasiado a la visibilidad y al agitarse, si bien levemente (...). Vivo en una especie de distante Sydney del espíritu, que se llama Lima. Camino un sábado por la noche de Magdalena a Chacarilla, pasando por todos los sanatorios y centros culturales y cafés, y literalmente no conozco a nadie, y nadie me saluda ni conoce mi cara. Me borré en paz, hace años. Entro al Virrey lleno de clientes, compro un libro, dos libros, salgo del Virrey: nadie sabe quién soy. Me borré...".

Y añade Vila-Matas que "uno puede estar viviendo el momento más importante de su vida -sentir que se ha enamorado, por ejemplo- y pasar a pensar en una cosa diferente, lateral, pero tal vez remotamente entrañable; algo así como pensar en los hondos problemas de Bolivia y pasar a fijarse en un jersey."

El artículo se llama "Plan para el más allá", y lo publicó El País del 17 de enero. Casi al final, se cita a Walter Benajmín: "Nadie disfruta tanto de la vida como el convaleciente".

Me pongo a trabajar.