descanso dominical
En el habitáculo del Volkswagen Polo las distancias se hacen extremadamente cortas. Los casi tres siglos que separan a Wolfgang Amadeus Mozart de Andrés Calamaro se convierten en segundos, un instante casi, apenas el tiempo que tardo en cambiar de CD.
No me queda tiempo ni para reconocer al sempiterno aficionado, al poeta autodidacta de clase turista, al penoso conductor que respira satisfecho, animado por la banda sonora que parece acompañar su vida, y que maneja orgulloso su triste utilitario por las calles semidesiertas de la gran ciudad.
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celia -