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ungancho

la vida del convaleciente

Leo mis comentarios de más abajo y me avergüenzo de mí mismo. Lo que pasa es que no me mato porque, en su vanidad adolescente, esconden las necesarias dosis salvadoras de sinceridad: en este caso, mucha ternura y muy pocas ganas de trabajar.

En ese deambular indecente, busco textos atrasados y me encuentro con un artículo de Vila-Matas que, a su vez, repasa y comenta otro del peruano Enrique Prochazka, encontrado en un blog.

"Abrigo la teoría de que uno tiene éxito porque se agita como loco, o logra que los demás se agiten como locos por uno, o bien los demás lo obligan a uno a agitarse como loco. Según esta noción, a mis textos les sucede lo que les sucede porque yo no me agito. De hecho, escribir esta líneas ya me parece acercarme demasiado a la visibilidad y al agitarse, si bien levemente (...). Vivo en una especie de distante Sydney del espíritu, que se llama Lima. Camino un sábado por la noche de Magdalena a Chacarilla, pasando por todos los sanatorios y centros culturales y cafés, y literalmente no conozco a nadie, y nadie me saluda ni conoce mi cara. Me borré en paz, hace años. Entro al Virrey lleno de clientes, compro un libro, dos libros, salgo del Virrey: nadie sabe quién soy. Me borré...".

Y añade Vila-Matas que "uno puede estar viviendo el momento más importante de su vida -sentir que se ha enamorado, por ejemplo- y pasar a pensar en una cosa diferente, lateral, pero tal vez remotamente entrañable; algo así como pensar en los hondos problemas de Bolivia y pasar a fijarse en un jersey."

El artículo se llama "Plan para el más allá", y lo publicó El País del 17 de enero. Casi al final, se cita a Walter Benajmín: "Nadie disfruta tanto de la vida como el convaleciente".

Me pongo a trabajar.

1 comentario

celia -

un texto genial (creo que voy a tener que dejar de decirte lo mucho que me gusta lo que publicas porque como me suele gustar todo podemos asumir por defecto que me gusta). \"por defecto\", qué expresión tan fea.