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ungancho

necesito una brújula

necesito una brújula

Me quiero casar con Mary, pero el bueno de Robert no me va a dejar. Aunque su mundo bronceado y náutico pertenece a las buenas familias de New Hampshire, ellos nos saben que Mary esconde un punto cool debajo de su polo de gant. No importan los niños, ni los compromisos en D.C. Robert lo sospecha, y por eso no quiere que cenemos juntos.

Peor para Mary.

Postdata erudita: Eclipsado por la figura inconmensurable de Matisse, que lo empequeñece todo y lo eclipsa casi todo, cuesta ver en Pierre Bonnard el genio pictórico que fue. Íntimo de Vuillard, discípulo apócrifo -como todos sus contemporáneos- de Cézanne, y amigo de Toulouse-Lautrec, Renoir y Monet (a quien solía visitar en su retiro de Giverny), Bonnard trató de superar el simple compromiso visual del espectador con la obra, y quiso que su pintura consiguiera expresar, además de un motivo, los sentimientos y las sensaciones del propio artista. Con el tiempo, la compleja personalidad de Marta (su mujer, musa y amante), acentuó el monaquismo latente del pintor, y Bonnard acabó apartándose del mundanal ruido parisino e instalándose en una casita junto al valle del Senna, cerca de Vernon. Desde Efímera descubro que, ya mayor, gustaba de seguir trabajando en sus cuadros antiguos, aunque los hubiera vendido mucho tiempo atrás. Y que, por ello, andaba al acecho en los museos, hasta que el vigilante se alejaba, para sacar del bolsillo una paleta minúscula y un trocito de pincel y con él aplicar a toda prisa algunos toques de luz a sus cuadros.

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