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(...) Antes de Adán Cristo era, pero Jesús no. Jesús no es lo mismo que Cristo; esta identidad sólo se da en un pensar abstracto. El Jesús Resucitado es Cristo realmente, y éste ya era antes que Adán. En él no hay ni varón ni hembra, ni cristiano ni gentil... Ese es el Jesucristo en el que yo creo -en quien "habita la Divinidad corporalmente". Si nos limitamos a la historia, hacemos del cristianismo una secta histórica, que existe solamente desde hace dos mil años, cuando el hinduismo tiene cuatro mil. Yo me niego a pertenencer a una secta que tiene sólo dos mil años y una historia no demasiado edificante. Mi cristianismo, que tiene una relación trascendental con esto, es de antes que Abraham; como mi sacerdocio, que es secundum ordinem Melquisedec, que no creía en Yahweh ni era judío.

(...) Nosotros [conocemos al Cristo eterno por medio del Jesús histórico], ciertamente. Quien ha descubierto en y a través de Jesús al Cristo ése es un cristiano. Pero Cristo no se deja limitar por la realidad del Jesús histórico -que es muy real, por otra parte. "A mí me lo habéis hecho", dice el mismo Jesús en Mateo 25, y [a ese que se lo hacían] no le conocían ni era Jesús de Nazareth.

(...) Sin la experiencia mísitca de encuentro con Cristo no se le conoce realmente, pues Cristo es más que Jesús... En la eucaristía está la presencia real de Cristo, aunque no tengamos las proteínas de Jesús. Más aún, el cristianismo es la religión de la Palabra, no la religión del Libro. Si tú no recibes esa Palabra, no te sirve para nada. Tomás de Aquino en un lugar de la secunda secundae de su Summa Theologica arguye tres razones por las cuales Jesús de Nazareth no escribió nada: la primera, porque un verdadero maestro esculpe su mensaje en el corazón de sus discípulos; y cita a Pitágoras y a Sócrates, verdaderos maestros. Segunda, si hubiese escrito, nosotros hubiéramos sido adoradores de sus escritos, más que de él -la Escritura subsitituiría a la Palabra. Tercera, un maestro se fía de sus discípulos, les confía sus palabras, sin necesidad de fijarlas exteriormente para siempre. Jesús cree en el Espíritu Santo.

Conversaciones con Raimon Panikkar, en Iglesia Viva.

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