sexología arrabalesca
por Carlos Boyero, en el mundo
"Veo una tentadora copa de vino al alcance de la mano de Arrabal y se me dispara el morbo y el regocijo, ya que mi memoria recuerda que le debemos al estado etílico o empastillado de sus aceleradas neuronas el espectáculo más surrealista, imprevisible y heavy que nos ha ofrecido la televisión. Ocurrió en una tertulia que dirigía Dragó. El escenario es el muy estimulante programa Ratones coloraos, oasis en el que siempre ocurre algo excepcional, inteligente o pintoresco, sin tener que recurrir a la degradación, el escándalo gratuito, la barbaridad gritona. Arrabal se confiesa masturbador, identificándose con el beneficio arterial que proporciona actividad tan placentera e higiénica, aunque sus admirados Voltaire y Diderot, que paradójicamente simbolizaron el racionalista Siglo de las Luces, e incluso el trasgresor padre Freud, consideraran el arte de hacerse pajas como la peor de las taras.
También admite ser un experimentado chupador de clítoris, sin llegar a la sapiencia del maestro Sartre, y ensalza al Moravia que declaró su admiración por su adúltera navarra y quijotesca esposa, cuando esta afirmó que se había enrollado con un terrorista porque era un virtuosos del lametazo vaginal. Pero lo que más le gusta es follar, aunque esto le crea una frustración constante, ya que no tiene el uniforme adecuado para el inmenso apetito que siente. También hace comparaciones muy filosóficas sobre las estadísticas de fornicación en Ciudad Rodrigo y en París. Cuenta el aceptable desenlace de una orgía a la que le invitó Dalí, pero que comenzó con muy malos auspicios, ya que las cinco encadenadas actrices que participaron en ella eran feministas, maoístas y lesbianas, y él permanecía vocacionalmente casto (...)".
"Veo una tentadora copa de vino al alcance de la mano de Arrabal y se me dispara el morbo y el regocijo, ya que mi memoria recuerda que le debemos al estado etílico o empastillado de sus aceleradas neuronas el espectáculo más surrealista, imprevisible y heavy que nos ha ofrecido la televisión. Ocurrió en una tertulia que dirigía Dragó. El escenario es el muy estimulante programa Ratones coloraos, oasis en el que siempre ocurre algo excepcional, inteligente o pintoresco, sin tener que recurrir a la degradación, el escándalo gratuito, la barbaridad gritona. Arrabal se confiesa masturbador, identificándose con el beneficio arterial que proporciona actividad tan placentera e higiénica, aunque sus admirados Voltaire y Diderot, que paradójicamente simbolizaron el racionalista Siglo de las Luces, e incluso el trasgresor padre Freud, consideraran el arte de hacerse pajas como la peor de las taras.
También admite ser un experimentado chupador de clítoris, sin llegar a la sapiencia del maestro Sartre, y ensalza al Moravia que declaró su admiración por su adúltera navarra y quijotesca esposa, cuando esta afirmó que se había enrollado con un terrorista porque era un virtuosos del lametazo vaginal. Pero lo que más le gusta es follar, aunque esto le crea una frustración constante, ya que no tiene el uniforme adecuado para el inmenso apetito que siente. También hace comparaciones muy filosóficas sobre las estadísticas de fornicación en Ciudad Rodrigo y en París. Cuenta el aceptable desenlace de una orgía a la que le invitó Dalí, pero que comenzó con muy malos auspicios, ya que las cinco encadenadas actrices que participaron en ella eran feministas, maoístas y lesbianas, y él permanecía vocacionalmente casto (...)".
0 comentarios