it's a chance you have to take
Durante mucho tiempo pensé que la clave estaba en el cambio. Si podía cambiar la forma de ver o de hacer las cosas, las cosas también cambiarían. Bastaba con variar de actitud, o de posición en el asiento, o de color de pelo, o de ciudad, para que pudiera por fin volar, o vivir mil años más, o conocer a Dios, o recuperar el amor perdido. El paradigma era, por lo demás, cambiar la forma de enfrentarse a los imponderables: si los ignoraba, los problemas desaparecerían. Si no podía gustar, podía congratularme con mi solitaria existencia; y si no conseguía aguantar, podía decidir no intentarlo. Incluso mis valores cambiaban a mi antojo: mi pobreza me enseñaba a despreciar el dinero, mi fracaso me motivaba a desvalorar el triunfo, y mi abandono de la estética confirmaba la derrota definitiva de la belleza como objetivo ético o moral.
Pues bien, miro a mis alumnos y me veo reflejado en muchos de ellos. Pelos, creencias, vaqueros, miradas, ideologías, bolsos, botas, tatuajes. El sabor amargo y contundente de la frustración, me digo, llegará pronto.
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