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guajira guantanamera

guajira guantanamera

El proceso de elaboración del tabaco es complejo y metódico. No soy ni he sido nunca fumador, pero reconozco que me fascina toda la liturgia que rodea al cigarro habano, desde la búsqueda del clima necesario para su cultivo hasta el olor que desprende cuando se fuma.

Leo desde Clarín una anécdota maravillosa sobre los torcedores de puros: Desde el siglo XIX, en Cuba se hizo costumbre acompañar la rutinaria tarea de los torcedores de tabaco con la voz de un lector profesional, que amenizaba el trabajo de los manufactureros leyendo en voz alta novelas, cuentos, poesía e incluso obras de los grandes filósofos. De esta manera, a través de las lecturas -que muchas veces se hacían desde prosaicos púlpitos-, ganó su nombre, precisamente, el Montecristo; un habano/homenaje a El Conde de Montecristo, la novela más pedida por los trabajadores.

Y Guillermo me ha contado esta mañana una todavía mejor. Las manos de los torcedores son tan suaves como el terciopelo y tan sensibles como la piel de un niño: de hecho, son las manos de los verdaderos especialistas -los que darán forma a los puros-, que enrollan las hojas del tabaco ejerciendo una lévisima presión sobre ellas y haciéndolas girar sobre la mesa. Cuenta la leyenda que las mejores torcedoras del mundo son las mulatas de La Habana, que tuercen el tabaco haciéndolo girar mansamente sobre uno de sus muslos, y consiguiendo, así, que el habano obtenga una textura única y un aroma inolvidable.

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